Droughts in the Anthropocene
Chile: la megasequía
La laguna de Aculeo era una importante masa de agua de la ciudad de Paine, a las afueras de Santiago (Chile), así como un área recreativa muy popular y la principal fuente de agua de muchos pequeños agricultores. Sin embargo, el aumento de la extracción de agua con fines agrícolas y la urbanización del suelo ejercieron mucha presión sobre la laguna [1]. En 2011, comenzó una sequía sin precedentes y el nivel del agua empezó a mermar de forma drástica. Hoy, Aculeo ya no existe. La sequía que atraviesa Chile en la actualidad, que ya va por su noveno año, se ha ganado el sobrenombre de «la megasequía» y es la más larga que el país ha sufrido en los últimos milenios [2]. Los paisajes de Chile son muy diversos: en el oeste, su litoral bordea el océano Pacífico a lo largo de 6.435 kilómetros; en el este, la cordillera de los Andes; y en el norte, el desierto de Atacama. Desde 2010, el país ha padecido un período ininterrumpido de condiciones meteorológicas secas y un déficit de lluvias que alcanza, de media, entre el 20% y el 40% [2]. De los 18 millones de habitantes de Chile, el 70% vive en áreas de la zona central del país que son proclives a las sequías. Los efectos socioeconómicos y políticos de estos fenómenos se han hecho notar de forma generalizada. La falta de acceso al agua en las regiones afectadas ha provocado malas cosechas, que a su vez han obligado a muchos agricultores a vender su ganado, renunciar a sus medios de vida y mudarse a otro lugar. El medio natural también se resiente por las consecuencias negativas para la vegetación y la mayor proliferación de incendios forestales, que repercuten negativamente en la industria del turismo, la cual gira en torno a los paisajes de Chile. La sequía se ha achacado a factores tanto naturales como antropógenos. El Niño-Oscilación del Sur (ENOS) es el motor principal de la variabilidad interanual de las precipitaciones en la zona central del país. Consta de una fase cálida (El Niño), una fase fría (La Niña) y una fase neutra [3]. La Niña suele traer aparejada unas condiciones climatológicas más secas que el promedio, pero la sequía actual ha abarcado años tanto de El Niño
como de La Niña. La sequía también ha coincidido con una fase fría llamada «Oscilación Decadal del Pacífico» (ODP) [2]. La ODP es un patrón de variabilidad climática entre la atmósfera y el océano que se produce en las latitudes medias de la cuenca del Pacífico; la fase fría se asocia con menos precipitaciones en la zona central de Chile. No obstante, el déficit de lluvias que se ha dado en el país es mucho mayor de lo que cabría esperar [2]. Por lo tanto, si se tienen en cuenta la variabilidad interna, el ENOS y la ODP, hay argumentos de peso para afirmar que el cambio climático antropogénico es responsable en parte de la megasequía actual. Eso significa que tanto las fluctuaciones naturales como las presiones antropogénicas están contribuyendo a que el episodio de sequía se prolongue en Chile, lo que hace que sea mucho más difícil predecir sequías y otros fenómenos hidrológicos. El PHI inauguró en junio de 2013 el Observatorio Agroclimático de Chile trabajando estrechamente con el Ministerio de Agricultura y en colaboración con la Organización para la Alimentación y la Agricultura (FAO), el Centro Regional del Agua para Zonas Áridas y Semiáridas de América Latina y el Caribe (CAZALAC) y el Instituto Internacional de Investigación sobre el Clima y la Sociedad [4]. El Observatorio es un conjunto de mapas y otros datos que hace un seguimiento de las condiciones de sequía actuales, ofrece pronósticos estacionales a corto plazo y permite que los usuarios sitúen las sequías actuales en un contexto histórico. También alberga el Atlas de Sequías de América Latina y el Caribe, un recurso con el que los usuarios pueden consultar una representación gráfica de la vulnerabilidad a la sequía al determinar tanto las fluctuaciones de los déficits de lluvias como las diferencias en cuanto a variabilidad climática en distintos puntos del país, incluso cuando no están muy alejados. El Observatorio también cuenta con otra serie de herramientas para realizar análisis, como la precipitación observada casi en tiempo real, las nevadas y la descarga fluvial, y el índice de sequía combinado. También se ha integrado el Atlas de Vulnerabilidad de Chile, que emplea 13 indicadores
que tienen en cuenta los factores medioambientales, productivos y socioeconómicos para detectar qué comunidades están más expuestas a las consecuencias de las sequías. El Atlas también contempla la capacidad de adaptación de la población en lo referente al uso de nuevas tecnologías y la diversificación de la producción. Los programas de captación de agua, retención de lluvias y recarga de acuíferos que se llevan a cabo sobre el terreno —como la Red Mundial de Información de la UNESCO sobre los Recursos Hídricos y el Desarrollo en las Zonas Áridas de América Latina y el Caribe (G-WADI LAC)— han desempeñado una función muy importante a la hora de garantizar que numerosas comunidades dispongan de agua potable [6]. G-WADI LAC tiene como objetivo reforzar la capacidad local para gestionar el agua mediante una combinación de técnicas de captación de agua de lluvia —como medios de captura de agua de niebla en los tejados, reciclado de aguas residuales grises y recarga artificial de acuíferos— y formación para la población. Por otra parte, y con el fin de ayudar a determinar los posibles efectos del cambio climático sobre la disponibilidad de los recursos hídricos, se ha puesto en práctica la toma de decisiones colaborativa e informada del riesgo (CRIDA) en Chile, en la cuenca del río Limarí, a modo de estudio de caso sobre cómo puede aprovecharse la información sobre el cambio climático para tomar decisiones en el plano de las cuencas hidrográficas [7].
AMÉRICA LATINA Y EL CARIBE
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