Droughts in the Anthropocene

Ciudad del Cabo: la cuenta regresiva hasta el día cero y formas de proceder

En 2018, el mundo observó cómo Ciudad del Cabo, la segunda ciudad más grande de Sudáfrica, estaba a punto de convertirse en la primera gran ciudad que se quedaba sin agua. Tres años consecutivos de precipitaciones escasas desde 2015 habían provocado una de las peores sequías de su historia. El consumo de agua superaba la tasa de reabastecimiento de los embalses creados por las seis presas de la ciudad, de modo que l a capacidad descendió rápidamente del 97% en 2014 [1] a solo un 21% en 2018 [2]. Ante el riesgo de que el sistema hidrológico se derrumbara por completo, la ciudad inició una cuenta regresiva hasta el día cero, es decir, aquel en el que las reservas de agua de las presas se situarían en el 13,5% de capacidad [3]. En el día cero, el consumo de agua se restringiría a los servicios fundamentales, de modo que los grifos de más de 4 millones de residentes dejarían de correr [3]. La sequía afectó a la vida cotidiana de los residentes de Ciudad del Cabo —por ejemplo a la educación, el ocio y los servicios públicos— y provocó graves trastornos en la agricultura, la industria y el turismo que propiciaron la pérdida de numerosos empleos. Las consecuencias del cambio climático, el rápido crecimiento demográfico y un consumo de agua relativamente más alto en Ciudad del Cabo expusieron a la ciudad a los efectos de la sequía. Dos años antes de la crisis, una serie de oficiales habían afirmado que no sería preciso aumentar los suministros de agua hasta 2020, una decisión que se adoptó cuando los embalses estaban a su máxima capacidad debido a la precipitación más abundante de los últimos decenios [1]. No aplicar respuestas adecuadas para reducir el consumo de agua en las primeras etapas de la sequía fue un factor decisivo de la crisis posterior. Al no diversificarse el abastecimiento de agua, Ciudad del Cabo resultaba especialmente vulnerable a las sequías, pues el 95% de sus necesidades se cubrían con la escorrentía superficial procedente de la lluvia [4]. Esta vulnerabilidad se está exacerbando a causa del

cambio climático: las precipitaciones disminuyen y las temperaturas suben en la región, lo que triplica las probabilidades de sequía [5]. Con la sequía salieron a la luz las desigualdades existentes, que ciertas estrategias para la gestión de los recursos hídricos durante la crisis agravaron. De haber llegado el día cero, los habitantes de Ciudad del Cabo habrían tenido que recoger los 25 litros asignados por día en uno de los 200 puntos de distribución previstos en la ciudad [6]. Sin embargo, el día cero apenas habría afectado a las decenas de miles de residentes de los asentamientos informales: ya vivían en una crisis hídrica constante. Los asentamientos informales albergan al 13,5% de la población [7], pero solo son responsables del 4,7% del consumo de agua en la ciudad, en contraste con las zonas más ricas, que consumen más del 70% [8]. Con el progreso de la crisis, las poblaciones más pobres hicieron frente a nuevas cargas a raíz de la instalación de dispositivos para la gestión del agua, la eliminación de las asignaciones gratuitas de agua y el incremento de las tarifas. En cambio, en las poblaciones ricas aumentó con celeridad la excavación de pozos de sondeo privados, ya que disponían de medios económicos para adaptarse. Finalmente, Ciudad del Cabo evitó que sus sistemas hidrológicos se interrumpieran por completo al reducir de manera drástica el consumo de agua. Durante la cuenta regresiva hasta el día cero, los funcionarios comunicaron a la población el nivel de los embalses, los índices de consumo y la importancia de las medidas de ahorro de agua. En las fases más agudas de la sequía, el consumo de agua se limitó a solo 50 litros por persona [9]. También se restringió el uso de agua con fines agrícolas. La reducción general del consumo de agua fue posible gracias a un amplio conjunto de medidas que abarcó restricciones, un seguimiento mejorado, la educación, la comunicación y la mejora de la infraestructura y la gestión de los recursos hídricos. Estas intervenciones para ahorrar

agua resultaron muy eficaces: el consumo medio diario de la ciudad se redujo de 1.200 ML (millones de litros) en 2015 a 500 ML en 2018 [9]. Al preservar los suministros existentes se dispuso de tiempo para sumar otros nuevos procedentes de las plantas desalinizadoras, el reciclaje de agua y el aumento de las extracciones de aguas subterráneas. La crisis llegó a su fin cuando las precipitaciones llenaron de nuevo los embalses. En mayo de 2019, el PHI y sus asociados organizaron en Ciudad del Cabo un taller de capacitación sobre el análisis de las decisiones basadas en el riesgo climático (CRIDA), en colaboración con la Alianza para la Adaptación Mundial del Agua (AGWA), el Cuerpo de Ingenieros del Ejército de los Estados Unidos (US Army Corpos of Engineers), Deltares, el Ministerio de Agua e Infraestructura de los Países Bajos y el Centro Internacional para la Gestión Integrada de los Recursos Hídricos (ICIWaRM) [10]. En el taller se capacitó a una serie de actores clave en distintos aspectos del enfoque CRIDA y se identificaron posibles estudios de caso y causas de la crisis de Ciudad del Cabo.

ÁFRICA

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