Atlas De Glaciares y Aguas Andinos

El cambio del clima

Para garantizar el mantenimiento de los ecosistemas y los recursos hídricos es esencial entender la variabilidad espaciotemporal de las precipitaciones en las regiones montañosas, como los Andes. Debido a su escala, los Andes presentan condiciones climáticas diferentes entre el este y el oeste, y entre el norte y el sur. Las altas montañas actúan como barrera de la circulación atmosférica, lo que significa que las precipitaciones y las temperaturas pueden variar en gran medida según la vertiente de la cordillera. En general, los Andes tropicales y subtropicales son relativamente frescos y secos a lo largo de la costa del Pacífico y en las laderas occidentales, mientras que las laderas orientales presentan condiciones húmedas y cálidas. Esta situación se invierte al sur de los 35° (alrededor de la parte central de Chile y Argentina), donde las laderas occidentales son húmedas y las orientales son semiáridas (Garreaud, 2009). El sistema monzónico sudamericano es un importante elemento de control del clima en el continente. La diferencia de temperatura entre el océano Atlántico y América del Sur es el principal factor impulsor de este ciclo estacional (de Carvalho & Cavalcanti, 2016). Durante el verano austral (diciembre, enero y febrero), el monzón del este transporta humedad desde el océano Atlántico, que se libera parcialmente en forma de lluvia en el lado oriental de los Andes (Garreaud, 2009). Existe un fuerte gradiente de precipitación con la elevación; la mayor parte de la lluvia se concentra por debajo de los 3.000m (Espinoza et al., 2009). Las intensas precipitaciones pueden provocar inundaciones y niveles de erosión elevados

(Espinoza et al., 2015). La interacción que se produce entre la barrera montañosa y el viento cargado de humedad en los Andes tropicales también se observa en los Andes centrales subtropicales y genera un gradiente de precipitaciones en ladera similar entre las regiones húmedas de baja elevación y las regiones semiáridas o áridas de alta elevación (Castino, Bookhagen & Strecker, 2017). Las montañas altas también desvían los vientos alisios monzónicos hacia una corriente estrecha que canaliza el flujo cercano a la superficie entre los trópicos y las latitudes medias (el low level jet). Este aire de movimiento rápido transporta la

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